Hace poco una participante en unas practicas, a la que llamaré Sarah. Estaba experimentando las dificultades al escalar una ruta desafiante. Me di cuenta de que estaba negando con la cabeza mientras escalaba, lo que la hacia escalar de manera vacilante. Alcanzaba una presa, sacudía la cabeza “no” y luego seguía. Tenía curiosidad por lo que le estaba ocurriendo en su mente cual era la causa de lo que sucedía.
Es estresante cuando escalamos rutas desafiantes. Entramos en lo desconocido, lo que crea desorden porque hay muchos factores fuera de nuestro control. En el libro de Tim Harford, Desordenado, Tim nos aconseja comprometernos con las situaciones desordenadas porque pueden transformar nuestras vidas. Cita a actores de teatro, como los comediantes, que aprenden de la improvisación como una forma de utilizar situaciones desordenadas para crear humor.
Una de las habilidades que aprenden es “el hábito de decir sí”. La idea es mantenerse abierto a cómo se desarrollan las situaciones. Los comediantes dicen “sí” agregando algo a lo que sus espectadores dijeron, en lugar de decir “no” y mostrar desacuerdo. La improvisación comienza cuando una persona dice algo. Luego, ambos se alternan al aceptar lo que se dijo y descubrir cómo decir “sí” agregándole algo.
- Aquí hay un ejemplo de dos comediantes improvisados:
- Primero: Hoy crecí dos palmos.
- Segundo: Sí y ahora tu ropa ya no te queda bien.
- Primero: Sí, pero eso significa que puedo ir de compras.
- Segundo: Sí, podrías, pero no tienes dinero.
- Primero: Es cierto, pero mi madre tiene dinero que puede prestarme.
- Segundo: Sí, eso sería posible, a no ser que ella ayer lo perdió todo en apuestas.
- etcétera
Los neurocientíficos que utilizan escáneres de resonancia magnética funcional (IRMf) muestran que la improvisación cierra amplias áreas de la corteza prefrontal del cerebro, que es el centro ejecutivo del cerebro y nuestro sentido del yo. Este cierre pre-frontal crea libertad de nuestra crítica interna y permite dejar de lado el control para que nuevas ideas puedan fluir hacia nuestra experiencia. La improvisación cambia la atención de proteger nuestro sentido en sí mismo, a confiar en nosotros mismos.
La improvisación se define como el acto de crear algo espontáneamente sin preparación. Sin embargo, Tim señala que la improvisación en realidad tiene una base de preparación, basada en tres elementos: la práctica, la voluntad de lidiar con situaciones desordenadas (estrés) y la escucha. Tim sugiere que quizás el elemento más importante, sin embargo, es estar dispuesto a tomar riesgos y dejarse ir.
Necesitamos ser conscientes de la resistencia a los riesgos y la tendencia a controlar antes que improvisar. Podemos observar nuestros propios pensamientos y cómo se manifiestan en el cuerpo. O bien, podemos pedirle a un entrenador que nos observe y nos dé su opinión. Sin embargo, al desarrollar esta conciencia, nos damos cuenta de cómo nuestro pensamiento se manifiesta con tensión innecesaria, respiración superficial o cómo nos movemos. Entonces podemos evaluar adecuadamente los riesgos y comprometernos con la acción.
La toma de riesgos incluirá los elementos de la práctica, la bienvenida al estrés y permanecer abierto a ello. Decir “sí” puede ser un punto de partida. Pero, ¿a qué estamos diciendo “sí”? Decimos “sí” a practicar de forma incremental, a centrarnos en lo que está ocurriendo en el momento y a sentir curiosidad por lo que aprendemos. Podemos decir “sí” si damos pequeños pasos en el estrés.
Le hice saber a Sarah que estaba negando con la cabeza “no”. No se había dado cuenta de que estaba haciendo eso. Le pedí que sacudiera la cabeza “sí”, que se dijera “sí” a sí misma cada vez que hiciera un movimiento, y que se concentrara en un solo movimiento a la vez. Decir “sí” al siguiente movimiento la ayudó a improvisar. Ella fue capaz de confiar en sí misma para dejar de lado el control. La hizo estar dispuesta a sumergirse en el desorden y sentir curiosidad por el resultado que generaría cada movimiento. Ella hizo un movimiento a la vez y pronto llegó a lo alto de la escalada. El simple hecho de decir “sí” a un movimiento cambió todo.